Nuestras vidas giran en torno a lo material, al tener, y en esa carrera nos olvidamos del ser.
Medimos el bienestar en base a la cantidad de nuestras posesiones individuales.
Desde ese punto de vista solo se puede mejorar aumentando nuestro poder adquisitivo, creyendo que incluso el tiempo se puede comprar. Pero el deseo es un agujero sin fondo, una sensación de vacío que nunca puede ser satisfecha.
No es necesario que nos vayamos a vivir a un lugar aislado, a una isla, a un bosque, ala montaña, para reconocer lo que es verdaderamente esencial para nosotros ni tampoco tenemos por qué compartir todos los seres humanos los mismos deseos. Somos seres únicos, cada uno con sus circunstancias y necesidades, y trabajo de cada uno.
preciso detenerse, serenar las emociones y los pensamientos para que nuestro Ser interior se manifieste.
Para volver a lo esencial, tampoco tenemos que volver a las cavernas, ni huir de lo material ni
dejar de darnos caprichos. En los pequeños detalles es donde encontraremos la diferencia.Y ese debe ser nuestro pequeño gran paso, introducir en nuestra vida el concepto menos, simplificar, una palabra que de por sí suena relajante.
Reflexionar sobre lo verdaderamente importante para nosotros hoy, que ni siquiera tiene que ser siempre igual; quizá una día sea necesario trabajar algo más; otro, dedicarlo entero a nuestro hijo...
Tenemos a nuestra disposición numerosas formas de felicidad cotidiana, tan simples que se nos olvidan. Hemos de saborearlas, conservarlas y hacerlas vivir y revivir. Estas cosas las podemos dividir en cuatro categorías:
- Ser: todas las dichas en las que basta abrir los ojos, gozar de estar ahí, sentirse existir.
- Tener: se trata de la felicidad de poseer, un libro, un objeto que gusta, pero también calor en invierno o luz por la noche.
- Hacer: es la felicidad de andar, trabajar, hablar con amigos, imaginar, crear, fabricar, arreglar.
- Pertenecer: es la felicidad de vivir en el seno de una familia, de trabajar en un grupo que nos aprecia, de ser amado...
Para conectar con lo verdaderamente esencial tambien hemos de aprender a escucharnos y atender a nuestras emociones y propone:
Aprender a respirar, para ser conscientes de lo que nos dice nuestro cuerpo. Saber contactar con la naturaleza y disfrutar del silencio, para conectar con nosotros, con lo que queremos y con lo que estamos haciendo. Vivir el aquí y ahora, para permitirnos sentir lo que estamos viviendo.
Dar valor a la solidaridad y a la gratitud.
El poeta sir Edward Dyer nos legó una infinita sabiduría dentro de uno de sus versos:
"Algunos tienen demasiado, pero aún ansían más;
poco yo tengo y más no busco.
Pobres son, aunque más tienen,
yo con menos rico soy.
Ellos ricos, yo pobre; ellos piden, yo doy;
a ellos les falta, yo dejo; ellos languidecen, yo vivo."
Es por eso que debemos aprender a encontrar y reconocer la belleza y la paz de las pequeñas cosas: una tarde de domingo, un viejo y fiel libro, un silencioso amanecer, un diálogo con las olas, una meditación con las estrellas, una botella de vino entre amigos, una sonrisa porque sí, una mirada cómplice; el arduo trabajo de, sencillamente, no hacer nada. Porque menos es más.
1 comentario:
Que magnifico y bello post. :)
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